Mala relación con la comida y comer emocional

¿QUÉ ES UNA MALA RELACIÓN CON LA COMIDA?

La mala relación con la comida puede afectar a cualquiera y es de carácter multifactorial. Desde fuera, no es fácil detectar una relación complicada con la comida, a menos que se indague con conocimiento, o la persona misma decida compartir su situación, pues se suele sentir vergüenza y rechazo por los propios comportamientos o pensamientos.

Podemos definir como mala relación con la comida los pensamientos y/o conductas relacionadas con la comida que generan malestar en el día a día, pero no llegan a ser patológicos. Estos pensamientos y conductas aumentan el riesgo de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria, pero para que se desarrolle tienen que cumplirse otros factores que no todo el mundo presenta.

 

 

¿CÓMO SE MANIFIESTA UNA MALA RELACIÓN CON LA COMIDA?

Nuestra cultura ha normalizado durante muchos años conductas que resultan dañinas para la salud física y mental, tales como: 

  • Las dietas milagro.
  • Compensar comidas.
  • Hacer ejercicio exclusivamente para perder peso.
  • Prohibir alimentos concretos porque engordan y elevar otros alimentos hasta el punto de hacer dietas a base de un solo alimento como la dieta de la piña o de la alcachofa. 
  • Dar voz a personas que hablan de salud sin ser profesionales sanitarios que promueven conductas dañinas.
  • Concebir el sobrepeso y la obesidad como enfermedades agudas y pautar dietas como si fuesen medicamentos. 
  • No tomar en cuenta la relación entre la alimentación y la parte emocional del comer.
  • Ideas de carácter gordófobo extendidas como que las personas tienen obesidad porque comen mal y no hacen ejercicio, y esto es porque son vagos y no tienen fuerza de voluntad. 
  • La creencia y expectativa de que los cambios corporales deben ser rápidos y servir como motivación para seguir haciendo cambios en la alimentación.
  • Y otros muchos…
 

En consulta me suelo encontrar con un pensamiento muy dañino: “si no sufro (paso hambre), o me sacrifico (dejo de comer cosas que me gustan), no voy a conseguir resultados”. Aquí mi respuesta siempre es: ¿Quién va a querer mantener a largo plazo algo que genera malestar físico y mental a diario por propia voluntad? 

Mi lema es que la intervención sea a largo plazo, cuidando durante el camino el bienestar físico y mental, para que la intervención misma no sea el motivo de abandono de la intervención. Esto quiere decir, no demonizar alimentos. Aunque haya alimentos que consideramos superfluos a nivel nutricional, si estos alimentos tienen una función de placer o regulación emocional, no los podemos cortar de golpe. Habrá que ir cuidando el proceso, trabajar alternativas y sobre todo, dejar de lado ese informar que casi todo el mundo conoce, como que los dulces y los embutidos no son saludables a nivel metabólico.

 

¿INFLUYEN LAS INTERVENCIONES ALIMENTARIAS EN LA RELACIÓN CON LA COMIDA?

La situación es que los cambios de alimentación que se han estado proponiendo hasta ahora, no han revertido la situación de mala alimentación a nivel nacional y lo peor es, que están aumentando notablemente los casos de trastornos de la conducta alimentaria en población joven. La prevención de un riesgo de salud, puede generar otro riesgo paralelo. A esto se le denomina prevención cruzada. Por ejemplo; durante la prevención de la obesidad se pueden fomentar conductas de riesgo si se centra la intervención en el peso, o la información sobre alimentación no contempla una flexibilidad adecuada. No es saludable sentirse mal por comer un dulce o por no comerlo.

Las prohibiciones suelen generar más deseo por lo prohibido y malestar por la falta de libertad. Por lo tanto, el permiso incondicional de poder comer lo que se desee y cuando se desee es fundamental. Será desde ese punto, desde el cual se irá trabajando una alimentación saludable (siempre que se quiera). Y en este caso, saludable significa flexible, y para cada persona será flexible en un grado diferente y también puede ser variable en el tiempo. Los límites son importantes, pero tienen que ser adecuados.

 

 

COMER EMOCIONAL

La mala relación con la comida está muy relacionada con el comer emocional. Un ejemplo puede ser cuando se presenta una pérdida de control a la hora de comer, ya sea por las cantidades consumidas, o por el tipo de alimentos que se consumen. En otros casos puede ser la evitación de ingestas o alimentos concretos. La comida puede ser un regulador emocional muy potente y si funciona, es lógico que usemos ese recurso. El problema puede surgir cuando la comida es la única herramienta para gestionar las emociones y cuando hay un nivel de exigencia emocional demasiado grande o demasiado prolongado. Aquí es importante realizar un trabajo de autoconocimiento y aprender herramientas alternativas de gestión emocional.

 

 

COMO TE PUEDO AYUDAR CON UNA MALA RELACIÓN CON LA COMIDA O COMER EMOCIONAL:

Como dietista-nutricionista, no me encargo de trabajar la parte emocional, pero como experta en trastornos de la conducta alimentaria conozco las relaciones entre alimentación y emoción, y gracias a ello, acompaño en el camino hacia una dieta satisfactoria desde el respeto a la salud física y emocional. Nunca te presionaré para conseguir objetivos. Trabajo sin prisas y desde la compasión y validación de lo que ocurre con respecto a la comida. Te ayudo a integrar la situación que estés viviendo, para que no genere aún más malestar. Apuesto por la educación nutricional y aplico la escucha activa para poder brindar la mejor alternativa para cada caso, pues, aunque compartamos características, cada persona viene desde un lugar único y necesita una respuesta diferente según el punto en el que se encuentre.

En muchos casos, es imprescindible un abordaje multidisciplinar, y aquí el acompañamiento psicológico va a ser decisivo para llegar a tener una alimentación satisfactoria a largo plazo. Cuento con un equipo al cual poder derivar con confianza, para que la atención sea integral y de calidad.